Aunque Churchward proporciona la pista crucial, su aseveración de que la supraciencia de los adoradores del Sol había llegado a tra- vés de las generaciones, desde Mu, pasando por Atlántida, hasta Egipto y México –grabada en los tesoros, escrita en los libros y codificada en los monumentos–, no podía explicar su propagación a través de extensos periodos de tiempo –de 15 000 a 25 000 años desde el tiem- po de Mu– porque las catástrofes causadas por el Sol (véase el apéndice 1) periódicamente (más o menos cada 5000 años) conducen a la total destrucción del globo dentro de estos periodos. Las montañas se convierten en mares y los mares en montañas. No queda nada que examinar después de esos grandes periodos, nada queda que comu- nicar. Esto significa que la tecnología que reaparece con frecuencia regular debe ser “traída” de “otra parte”, periódicamente, señalando, como lo hacen, el ascenso intelectual lineal percibido del ser humano.
En Los superdioses quedaba claro que los maestros espirituales como Krishna, Buda, Jesús y el Señor Pacal son el mismo; perió- dicamente trajeron el supraconocimiento a la tierra, permitiendo la realización de milagros, un entendimiento de la astronomía y una apreciación de la espiritualidad; al hacerlo, educaron a la humanidad en órdenes superiores de ciencia y divinidad. Fueron estos superdio- ses los que dejaron su huella, durante las épocas entre las catástrofes, codificadas en sus tesoros y monumentos. Es así como el conocimien- to se propaga dentro de cada periodo de 5000 años. Los diferentes
superdioses traen el mismo conocimiento una y otra vez a lo largo de la historia, durante infinitos ciclos de progreso y destrucción en la tierra.
Los cuatro superdioses estudiados en Los superdioses compartieron muchas similitudes en sus enseñanzas. Cada uno de ellos podría ser relacionado con la serpiente emplumada; el señor Krishna, octava encarnación del dios Vishnú, era identificado con el ave Garuda, criatura divina mitad persona, mitad águila, y también con la serpiente del infinito, Ananta; Buda (como novena encarnación de Vishnú) tenía la misma asociación, y es digno de notarse que Buda alcanzó la iluminación al pie de la higuera mientras se resguardaba de una tor- menta bajo la capucha protectora de la cobra Makulinda; la relación es menos clara en el caso de Jesús, cuya única asociación con serpientes parece ser el haber venido a la tierra a llevarse los pecados del mundo traídos por la serpiente en el jardín de Edén; el Señor Pacal mono- polizó toda clase de serpientes y plumas, como las imágenes deco- dificadas de los Transformadores mayas muestran en forma tan clara (véase la introducción).
Cada uno de ellos fue asociado, como el Sol con la luz; en el texto sagrado de la India, el Bhagavad-Gita, Krishna dice: “yo soy luz”. Al nacer en Mathura, a orillas del río Yamuna, se vio una estrella bri- llante en el cielo. Buda, maestro de la iluminación, se convirtió en “el iluminado”, y se dice que antes de nacer fue una estrella brillante en el seno de su madre. Jesús era el hijo de Dios y dijo: “yo soy la luz”, y su nacimiento en Belén fue predicho con la aparición de una estrella brillante en el cielo, y aún más, el libro del Apocalipsis de la Biblia dice: “yo soy la estrella de la mañana”. El Señor Pacal también fue conocido como “la estrella de la mañana” y como Quetzalcóatl, y como la serpiente emplumada, y en su tumba estaba acompañado por la figurilla de jade de un hombre blanco barbado, de quien se decía enseñó la supraciencia del Sol a su gente, los mayas. Más adelante, en el capítulo cinco, entenderemos por qué el hombre blanco barbado era sinónimo de la enseñanza de la sabiduría. Y ahora sabemos que la serpiente emplumada representaba al Sol, a la luz, a Dios, creador del universo. Los superdioses fueron los hijos de Dios.
El mentor de Churchward, Le Plongeon, fue uno de los primeros en creer que las culturas de Egipto y México habían evolucionado de una misma fuente: ambas eran adoradoras del Sol, ambas construyeron pirámides y adoraron a un panteón de dioses, y ambas represen- taron a la flor de loto en sus tesoros como símbolo sagrado del Sol. Ambas compartieron la misma época de 5000 años.
El Sol como serpiente emplumada fue adorado y representado en relieves y pinturas en todo Egipto (véase también la lámina 14).
Tutankamón llevaba plumas y una serpiente sobre su frente. Su barba era el cuerpo de una serpiente que terminaba con las plumas de la cola de un ave. Como el Señor Pacal, era la combinación perfecta de espíritu y carne.
En México reverenciaban a la serpiente emplumada como el más alto de los dioses. En Egipto la serpiente y el buitre (plumas) eran marcas de la realeza y representaban la sangre divina de los reyes.
Pero sólo un rey, en Egipto, llevaba tanto la serpiente como las plumas sobre la frente. Se trataba del niño rey Tutankamón, quien, como el Señor Pacal, llegó al trono a la edad de nueve años.
Compárese la imagen decodificada del Señor Pacal (lámina 16a) como niño usando el sombrero emplumado de Quetzalcóatl con la de la representación de Tutankamón (lámina 16b) en su tumba del Valle de los Reyes. Tanto el joven rey como su esposa están tocados por los rayos del Sol.
• ¿Fue Tutankamón, quien llevaba una serpiente y plumas sobre la frente, el quinto superdiós?
• ¿Llevó la supraciencia del Sol a los egipcios? • ¿Codificó sus conocimientos, al igual que los mayas, en los
tesoros de su gente? • ¿Estaba asociado con el hombre blanco barbado?
Antes de examinar estas cuestiones necesitamos eliminar la posibilidad de que la leyenda de la serpiente emplumada, la adoración del Sol y la práctica de codificar secretos en los artefactos fueron simple- mente llevadas entre las civilizaciones por viajeros.
Obviamente, parece posible que algún contacto cultural a través de los océanos haya transportado algunas de las creencias y costumbres entre las dos civilizaciones. Las investigaciones recientes de varias fuen- tes sugieren que existieron lazos comerciales entre Egipto y México.
Primero, las pinturas en las tumbas del antiguo Egipto, desde los tiempos de la cuarta dinastía alrededor del 2600 a.C., muestran pintu- ras de botes de papiro que muchos creían capaces de transportar tri- pulaciones, cargas y leyendas desde el viejo mundo egipcio al nuevo mundo de Centroamérica. El explorador noruego Thor Heyerdahl creía que estos botes primitivos podían sobrevivir viajes transoceáni- cos. Para probar su punto, viajó al lago Chad en el interior de África, adquiriendo las habilidades para construir un bote similar a los que se muestran en las pinturas de las tumbas y que fuera capaz de llevar a cabo el largo viaje a través del mar.
Reuniendo una tripulación de siete personas, zarpó del puerto de Safi en el oeste de África, en Marruecos, en un barco de papiro llamado Ra (en honor del dios solar de los egipcios), el cual medía 13.7 metros (45 pies) de longitud, 4.6 metros (15 pies) de ancho y 1.8 metros (seis pies) de fondo.
Llevado por los vientos alisios y las corrientes ecuatoriales, Ra via- jó 3000 millas (4830 kilómetros) en un tiempo ligeramente menor a ocho semanas. Pero ciertos defectos en el timón y la inferioridad
de las técnicas estructurales utilizadas para unir los carrizos hicieron fracasar el viaje. Ra se quedó varado, sufriendo daños durante una tormenta caribeña, y se hundió.
Sin perder el ánimo, Heyerdahl modificó el diseño de la embar- cación, tras observar los botes de carrizo construidos por los bolivia- nos y los peruanos en las riberas del lago Titicaca, en Sudamérica. Al volver a zarpar de Safi, en 1970, Heyerdahl y su nueva tripulación de ocho miembros alcanzaron las Indias Occidentales después de 57 días en altamar. El Ra II probó que pudo haber habido cruces primi- tivos del Atlántico desde el norte de África a América Central, uti- lizando tecnología y materiales básicos. Heyerdahl ha mostrado que viajes como éste pudieron haber sido hechos hace 3000 años.
Además, existen otras evidencias que apoyan la noción de que existieron relaciones comerciales bien establecidas entre los continen- tes de África y América durante el Egipto de los faraones. En mar- zo de 1992, investigadores alemanes, al estudiar los contenidos de las momias egipcias, solicitaron la ayuda de la experta científica forense, la doctora Svetla Balabanova, del Instituto de Medicina Forense de Ulm.
A la primera momia sometida a prueba se le llamó Het-Nut Tawy, “señora de las dos tierras”, una momia egipcia de la vigesimoprimera dinastía (alrededor de 1069 a.C.) cuyo sarcófago estaba ricamente deco- rado con imágenes de Nut, la diosa del cielo. Con gran sorpresa, Balaba- nova descubrió la presencia de grandes cantidades de nicotina y cocaína en muestras de esta y varias otras momias del Museo Egipcio en Múnich.
Al principio, la doctora creyó que el hallazgo era un error; ningu- na de estas drogas estaba a disposición de los egipcios de la vigesimo- primera dinastía. El tabaco era desconocido antes de su introducción desde las Indias Occidentales por los seguidores de Colón después de 1492 d.C., mientras que se desconocía que la planta de la coca, la cual crecía solamente en América, hubiese viajado hacia el este antes de la era victoriana.
En la primavera de 1992 los resultados de estos descubrimientos fueron publicados en la revista científica Naturwissenschaften (79, 358, 1992), y causaron revuelo entre historiadores, biólogos, arqueólogos y antropólogos. Si Balabanova tenía razón, todos los demás estaban equivocados, por lo cual hasta sus compañeros de ciencia se pusieron en su contra, etiquetándola, como con tanta frecuencia les ha suce- dido a los científicos a lo largo de la historia, como hereje.
Todos estaban de acuerdo en que ella había cometido un error. En Inglaterra, la arqueóloga escéptica Rosalie David, encargada de la colección de momias del museo de Manchester, insistió: O las prue- bas han sido alteradas o las momias mismas son falsas.
Pero Balabanova era una experta toxicóloga forense. Con fre- cuencia había trabajado con la policía en investigaciones y autopsias. Se apegó a su metodología. Había utilizado un método probado de análisis conocido como la técnica “del eje del cabello”: cuando una persona consume una droga y luego muere, ciertos rastros son lleva- dos a la proteína del folículo capilar, donde permanecen para siem- pre. La prueba podría utilizarse no sólo para confirmar la presencia de una droga, sino también para descartar cualquier posibilidad de contaminación de la muestra. Primero se lavó la muestra en alcohol, después se probó el alcohol para asegurar que estuviera limpio y libre de restos de droga. Cualquier contaminación de la muestra por un agente externo permearía hacia el interior. Si el alcohol está libre de droga, cualquier hallazgo posterior en el mismo folículo debe por tanto tener origen en el interior del folículo capilar, no en el exterior. Esto puede ocurrir sólo mediante el consumo en vida de la droga.
En cuanto a la autenticidad de las momias, la genealogía de Het- Nut Tawy no estaba en duda. El rey Ludovico I había comprado la momia en 1845, y en ese momento comenzó su colección. Los regis- tros mostraban que él había comprado esta y otras momias a un mer- cader inglés llamado Dodwell. El doctor Alfred Grimm, curador del Museo de Múnich, confirmó que las inscripciones, los amuletos y los complejos métodos de embalsamamiento probaban la autentici- dad de la momia, la cual provenía de una tumba utilizada para ente- rrar sacerdotes y sacerdotisas, seguidores del dios Amón en Tebas.
Por otra parte, David, en el Museo de Manchester, hizo pruebas en algunas de sus momias para llevarse la sorpresa de que los resultados de Balabanova eran inexplicablemente correctos.
Esto quería decir una de dos cosas: o los egipcios cultivaban tanto tabaco como coca, o los importaban.
Esto volvió a causar revuelo en los medios científicos, ya que no existía evidencia alguna por parte de los botánicos de que alguna de esas plantas hubiese jamás crecido en Egipto. Los historiadores, por su parte, insistieron en que no se conocían comunicaciones transoceánicas, las cuales consideraban imposibles antes de los tiempos modernos. Pero
esto no es verdad, como el profesor Martin Bernal, de la Universidad de Cornell, señala: el descubrimiento de asentamientos nórdicos en New- foundland, en 1965, probó que los vikingos habían navegado el Atlánti- co, asentándose en Newfoundland alrededor del año 1000 d.C., lo cual significaba que otros viajes similares pudieron haber sido hechos antes.
La difusión del comercio pudo haberse dado desde América hacia el oeste a través del Pacífico. Se sabe que el camote cruzó el Pacífico en la antigüedad, como lo hizo el cacahuate, el cual apareció en el oeste de China, y que la seda china fue utilizada en Egipto ya en el 1000 a.C.
A fin de cuentas, parece claro que el comercio mundial facilitó el transporte del tabaco y la cocaína de América a Egipto, ya sea hacia el este o hacia el oeste, antes del 1000 a.C. La leyenda de la serpiente emplumada, junto con la supraciencia que representaba, pudo haber acompañado la transferencia de estos bienes. Queda el hecho indis- cutible de que los huesos de un hombre, conocido como la serpiente emplumada por su gente y representado con la figura de un hombre blanco barbado, quien dejó su conocimiento en la forma de milagros vivos codificados en sus artefactos, han sido encontrados en México 2000 años después de que la serpiente emplumada, Tutankamón, caminara por las riberas del Nilo. El hombre dentro de la tumba en México era la serpiente emplumada; no sólo se trataba de una leyen- da, no era sólo una historia que hubiese cruzado un océano. Estos superdioses enseñaron las mismas cosas en tiempos diferentes.
Y no sólo los huesos de Pacal prueban este punto. Las escenas del nacimiento de Quetzalcóatl en la asombrosa Lápida de Palenque deco- dificada (láminas 12 y 13) nos dicen que las grandes cabezas olmecas también representan al Quetzalcóatl de una edad más temprana en Méxi- co. La relación entre los dos parece ser (a partir de las historias decodi- ficadas) que el Quetzalcóatl de los olmecas (un hombre negro con un yelmo) regresó de nuevo como el Quetzalcóatl de los mayas, el Señor Pacal, el hombre blanco con la barba, a enseñar la supraciencia de la serpiente emplumada. Más adelante, cuando examinemos los conte- nidos de la tumba de Tutankamón, nos quedará claro que éste reen- carna, de edad en edad, de hombre negro en hombre blanco, con una barba, justo igual que el Señor Pacal y las cabezas olmecas.
Cuando fuera y donde fuera que apareciera, Quetzalcóatl ense- ñaba las ciencias más altas: que el Sol era dios, que el Sol afectaba la fertilidad, los ciclos de la astrología y de la catástrofe, y que el Sol era la serpiente emplumada.
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